Cierro los ojos,
pienso, medito y oro,
desde lo alto me contempla un ser,
sencillo y hermoso.
Su mano me dio la vida,
su piedad me consuela,
su misericordia me perdona.
Su vida por mí entregó,
qué puedo hacer yo,
devolverle con mi amor,
un poquito del que Él derramó.
Ante Él me inclinaré,
Él es la verdad,
libre no dejaré de ser,
Él es pura libertad.
Su sangre esparció,
para que a mí viniera su luz,
así me redimió
su sacrificio en la cruz.
Él es el camino.
Él es la verdad.
Él es mi vida.
Cristo es mi libertad.
antonio Ruiz Alabarce, col•laborador